Mujeres que trabajan y tienen derechos

Ricardo Foglia ( La Nación, 16-08-09)
El autor es director del Departamento de Derecho del Trabajo de la Universidad Austral
El autor explica por qué la inequidad sigue vigente


En el primer trimestre de 2009, las cifras del Indec reflejan que la participación de la mujer en el mercado laboral argentino es del 43,4%. Otro dato que sobresale es la disparidad en cuanto a la tasa de empleo "no registrado" (comúnmente llamado "trabajo en negro"), que es mayor en el caso de las mujeres y se refiere, especialmente, al trabajo doméstico. Lamentablemente, es previsible que los números reales de empleo no registrado sean más desfavorables que los señalados.

En los hechos, las condiciones de trabajo de la mujer son inferiores a las de los hombres: ganan salarios menores en promedio, tienen menor participación en el empleo registrado y mayor en el trabajo informal. Por eso, es necesario elaborar una política de Estado que contemple medidas efectivas para alcanzar un nivel aceptable de eliminación de las desigualdades.

Centrémonos en la médula de lo que ellos y ellas desean hoy: la conciliación familia y trabajo. Es de desear que cada vez más las políticas tiendan a favorecer el equilibrio en la vida personal. Las regulaciones deberían contemplar el tamaño de la empresa, para establecer regímenes diferenciados.

Apostar a la armonía familiar y laboral es un deseo de cualquier trabajador que se precie de vivir sanamente. Para ello, las organizaciones -evitando el descenso en la productividad- se sienten desafiadas a generar, creativamente, estrategias que faciliten a sus empleados un estilo de vida sano. Si se implementan con creatividad, ambas partes ganan: la empresa y el empleado.

Ahora bien, las posibles soluciones al problema estarán destinadas al fracaso si únicamente enfocan a la población femenina, ya que de esta manera estaremos cristalizando la situación de desigualdad material de la que queremos salir. Las respuestas adecuadas sólo podrán venir de la corresponsabilidad real entre sexos.

Pero empecemos por un aspecto concreto. La ley de contrato de trabajo goza de una venerable antigüedad de más de 35 años, lo que conlleva que muchas de sus previsiones estén desactualizadas o sean inaplicables.

Algunas innovaciones que se reclaman: introducir jornadas laborales más cortas con el compromiso de no bajar la productividad; ampliar la flexibilidad horaria y los trabajos compartidos; fomentar y regular adecuadamente el teletrabajo; introducir la licencia paterna por nacimiento o adopción de 10 días; reducir la jornada por atención de hijos menores; sumar la ayuda estatal posparto, y el alargamiento de los períodos anteriores y posteriores al parto. Estos últimos aspectos deberían estar incluidos en las prestaciones de la seguridad social.

Evidentemente, resulta más fácil emitir declaraciones de igualdad de oportunidades que llevarlas a la práctica, y por eso los hechos terminan por imponerse diseñando un mercado de trabajo en el que las oportunidades son desiguales, sobre todo en perjuicio de los grupos más vulnerables. Sin embargo, pensar en el desarrollo del país es pensar en quienes lo conformamos. Favorecer el desarrollo humano de los ciudadanos es apostar al crecimiento de la Nación.